Hoy llegué a casa.

Olga Saenz-Carbonell
6 min readNov 14, 2021

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Hoy cambió mi vida. No tengo idea de cómo, para qué o hacia dónde. Sólo sé que hoy me enamoré de Monteverde como nunca me había enamorado de ningún lugar en la Tierra.

MONTEVERDE

Hoy llegué a casa. (Dijo la nómada).

Desde hace unas semanas estoy escribiendo para un hotel boutique que están abriendo próximamente. (Del hotel les hablo en otra) Gracias a éste trabajo he tenido que meterme hasta el pecho en investigación sobre Monteverde.

Desde su impresionante biodiversidad hasta su aún más impresionante historia.

Obviamente que yo, la guía de turismo, había venido muchas veces a Monte. Esas visiticas de tres cuatro días (Cuanto mucho) en que recorrés senderos, comés rico… o no. Ves, -o no- el quetzal… y next! Si vas a la reunión con los cuáqueros, o no. Oís la historia, una vez, dos o quince veces. ¡Conté la historia cuatro mil veces! Si, la historia.

De la historia escuchamos lo que nos da la gana… Para lo mí los cuáqueros era una de ésas religiones “raritas” como los Amish, o los Menonitas, ¡No sé! Se avergüenza uno de la ignorancia que cree que sabe. ¡Qué madre con los prejuicios!

La cosa es que como ya yo le había dado un significado al rollo cuáquero, yo los veía a todos como salidos del logo de la avena y, todo bien. Cada loco con su tema.

A raíz del primer artículo que escribo para el hotel me toca entrevistar a las dueñas y resulta que, Monteverdeanas puras, una de ellas había estado en la escuela cuáquera, y por primera vez escucho de la boca del pez la experiencia cuáquera… Qué si! ¡Es otra vara! Esta chica me explica el espíritu abierto y amoroso de los cuáqueros, su adaptabilidad inteligente, su profundo y genuino respeto por la naturaleza (Por sus hechos los conocereís), el valor que le dan al pensamiento crítico y por último el profundo sentido de comunidad que existe en su seno.

Yo quedé boquiabierta realmente. Me puse a leer, a ver videos, a buscar la historia de ésta vaina que viene con éstos valores desde el Siglo XVIII. Lo dicho, la historia no es para nada importante en la experiencia.

Velos acá, si querés saber más: “Cuáqueros” . ¡Es súper interesante ésta gente!

Lo que quiero tocar es un toque más profundo.

La cosa es que por esta vaina del blog me voy hoy al “Meeting” cuáquero. Muy abierta a la experiencia a nivel personal, ¡ojo! No iba como una periodista olfateando un artículo. Iba a vivir una experiencia en un sendero espiritual cuyos valores son profundamente parecidos a los míos.

Y ¡Bueh si! Dispuesta a, de paso, recaudar datos y averiguar más. Preguntar… ¡Qué sé yo!

Porque las cosas son como son, se lo había comentado a mi querido Daniel Fernandez que está es sus últimos días en Monte y contra los pronósticos se pudo unir.

Quiero contar la experiencia. Al contarla, inevitablemente se convierte en historia. Y la historia se nos pierde en lo que creemos que sabemos.

Espero poder fluir lo suficiente como para que los palitos y las bolitas que son las letras puedan trabajar de cómplices y explicar la experiencia.

¡Igual! Sea como sea, es mi experiencia, vivida desde mi historia y mi forma de ver la vida. De repente a vos no te pega como a mi… Lo interesante como siempre, es abrirse.

Lo primero que impresiona cuando se llega a la Escuela Los Amigos que es donde se celebra el meeting es que se siente una profunda armonía en todo. Una paz infalible pero presente.

Entrada de la Escuela Los Amigos

Un lavatorio, ponerse la máscara. Callarse.

Nos lavamos las manos, y entramos a un salón grande, artesonado, con techos altos y una hermosa ventana gigante que da a un bosque umbrío. En el centro hay bancas dispuestas en círculo, con almohadones. Premia la limpieza y el orden.

Dani y yo nos sentamos en la banca más cercana a la puerta. Quizás la parte solitaria en mi subconsciente que se buscó una puerta de salida por aquello de las religiosidades.

Yo sabía que el “meeting” es sólo sentarse en silencio. Ni siquiera meditar. Sólo sentarse en silencio. Ojos, abiertos, cerrados, manos en signo om o encima de la cabeza… Todo eso es problema tuyo. Una comunidad en silencio por una hora. (Los conciertos de silencio de la hermosa Belle Verte) La forma no importa.

¿Querés estar rumiando guerras o querés abrirte a la paz? Tu rollo. Una hora en silencio y en comunidad.

Pero es que resulta que, meditar en silencio con una comunidad logra algo que es muy dificil de entender (Ahi en toda la neurociencia sobre la empatía es posible que hayan vainas que expliquen la bioquímica de ésto) es como que la mente se sincroniza con lo que está alrededor. Como en el experimiento de los metrónomos. O eso que dicen que cuando la gente se une a escuchar una historia se les sincronizan los latidos.

Así pero por estar todos en silencio unidos. La comunión… (De comunidad) Es que apostaría a que los latidos del corazón de los presentes se sincronicen.

Pero conforme el silencio se fue extendiendo por mi cuerpo como una cálida cobija, me sentí en casa, como hacía mucho tiempo no me sentía.

Si abría los ojos la percepción me daba la razón. Estoy sentada comulgando en silencio rodeada de profunda belleza… Tiene un parecido con el cielo que conmueve.

Pero más allá, mi voz interna se sentó a tomar café conmigo y tuvimos una larga y fascinante conversación, entendí cosas, tuve ideas fantásticas, perdoné carajadas y me despedí de personajes que hicieron bien su trabajo.

Ojo que yo medito a diario. No es que nunca había meditado en mi vida, pero esto fue como meterse en una piscina de meditación, donde o meditás o te ahogás en tu ruido interno. Es otro nivel de experiencia. (Entiendo puntualmente Sense8, por ejemplo.)

Luego, la experiencia cambió. Imposible de explicar. No importa cuán “palabrifice” crea ser.

Internamente sentí el movimiento. Abrí los ojos naturalmente y vi que la gente se saludaba en silencio con las manos en el pecho (A lo Namasté) y la reunión estaba llegando a su fin.

Un señor se levantó, preguntó si habían visitantes. Yo estaba llorando a lo maje, hablar era imposible. Se ponen a hacer los anuncios para la navidad… Que los villancicos, que los amigos invisibles, que la cena del 24. La navidad como en serio digamos. Sin consumismo. Comunidad en serio.

De ahi se para un chico en alguna parte del salón y dice que es Fulano de Tal de alguna parte de US y que él es parte de la comunidad LGTB y que se reúnen a “meeting” en tal y tal lado online y que quiere invitar a la comunidad de Monteverde. Inclusividad a chorros.

Llegan los chiquitos que andan en su servicio para niños y la maestra a cargo habla del libro que les leyó. No me acuerdo de que era, si sé que, de nuevo era de ésas de ponerlo a pensar a uno.

Yo estaba en estado de asombro absoluto. No podía hablar. Sorpresa tras sorpresa. Cuando uno cree que ya lo sabía casi todo la Vida viene, te hace un guiño y te muestra un universo de universos que ni idea.

Al final yo termino hablando con el señor (Un cuáquero de Pensylvania que llegó hace cuarenta años.) Lo único que me faltó fue ponérmele a llorar en el hombro. Realmente me desahogué con el señor, hasta pena me dió.

Y es que fue llegar a Unity en los 90's, a mi primer encuentro con Un Curso de Milagros. Fue reconocer un estado mental distinto, más libre, profundo y feliz.

Si hoy me preguntan si me quedaría en Monte, mi respuesta automática es de aqui no me sacan ni muerta. Compro tumba ya. Pero sé con certeza que así no es la cosa.

Sé que lo vivido hoy no depende de lugares ni circunstancias. Es interno. Un milagro de ésos en la que la percepción pone la música.

Lo que sea que pase estará bien. No hay forma de ser menos amados de lo que ya somos. Y en serio que la individualidad no importa. O nos damos cuenta de que somos comunidad o seguimos sufriendo.

Aqui voy contando mi cuento, a ver pa’donde agarra.

Gracias a los que se quedaron a leer hasta acá. :)

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