¿Cuál de los dos Soy Yo?
Hablaba en el post pasado de cómo me conté mi historia como si fuera una mediocre pesadilla. Repleta de drama y auto compasión, por años me sentí épica, víctima y victimaria según el día y la hora. Según la persona en la que pensaba y mi interpretación de ella.
He ido descubriendo sin embargo, que en mi hay dos seres, muy definidos y además definitorios. Uno es acción y el otro reacción.
El Yo que Soy está ahí. Es quién elige, es quién toma decisiones todo el tiempo. Tiene capacidad de percepción. Se cree envuelto por un cuerpo y a veces se ha confundido a si mismo con él.
Es el mismo yo que era a mis cinco, y a mis veinte. La cuerda en el tiempo que me une a la muchacha que salía del colegio y a la que estaba pariendo en una clínica y a la que pinta en lienzos hoy en día. Yo estoy en cada una de ésas facetas, y soy el mismo yo, siempre.
El cuerpo ha cambiado, la forma de pensar, de percibir, reacciono diferente, mis prioridades han cambiado. Si me veo hace siete años y hoy parecería que somos dos personas diferentes, y sin embargo, no. Yo Soy la misma Yo, siempre, a lo largo y ancho de los cambios, impasible y, tengo que decirlo, divertida.
Y está el otro yo, mi ego (Definición de ego: El yo que creo que soy) que cambia a cada minuto, inestable, caprichoso, un día enojado y otro día en éxtasis. Responde a lo que percibe como si lo que percibe fuera una película de la que es arte y parte. Se cree actor y cree que toma decisiones, y se felicita por ellas o se siente culpable.
Es un espectador que se define a si mismo responsable o culpable de lo que está viendo, creyendo, a su vez, que él está definido por lo que percibe. Y sin embargo pensando que la percepción está separada de si.
Un enredo que voy a explicar de ésta manera:
Cuando vi la película de Benigni “La Vida es Bella” en el cine, tuve que salirme de la sala un par de veces para respirar, ver a mi alrededor y decirme: “Estás en un mall en Latinoamérica, es el año 2000 y no sos judía en un campo de concentración nazi”. Porque en serio estaba sufriendo con toda la trama.
De alguna manera esto es como si en vez de salirme a recordar que yo sólo era una espectadora de la película de Benigni, me hubiera creído que era el papá del niño, o el niño mismo, y hubiera reaccionado con paranoia, enojo o angustia ante las imágenes proyectadas en la pantalla. Como si de repente en medio del cine me hubiera estado escondiendo entre las butacas para que los nazis no me vieran.
Ese yo es la actriz de la trama que me conté como mi historia. Cree que está viviendo ésta película y obviamente no se quiere dormir en ella. Cree que puede ser más o menos amado como el personaje. Que hay grados en el amor, en la angustia, o en el enojo. Analiza todo permanentemente, porque es un gran estratega en batalla. Piensa que tiene que planear escapes. Cree que define la película. Cuando en realidad ya la película está hecha de principio a fin. Y lo único que puede definir es si disfrutarla o sufrirla.
El rollo es que Yo con alguna frecuencia me creo ése personaje que se cree responsable por la película. Y entonces sucede que reacciono, y me convierto en ella.
En el momento en que Yo (Acción) me convierto en reacción, me creí que la película era real.
Y la película, en serio, no es real.
No sólo no es real, es la jodida ilusión que yo (ego) me cuento a mi (Yo). Un cuento de terror que me relato para luego estar aterrorizada creyendo que el cuento es real y me está amenazando.
Si, es muy enfermizo.
Pero, ¡Todos lo hacemos! ¿O no?
Aqui no estoy hablando de nada espiritualoso, si se quiere, (¡Que si!) cualquier psicólogo te va a decir que elegimos lo que percibimos dependiendo de cómo nos sentimos. Proyección se llama.
Percibo que alguien dice “fea” sólo y si me siento fea.
Lo que yo creo, es que yo fabrico en mi historia a un alguien que me recuerda que creo que soy fea. Y si lo puedo ver, si puedo Yo, ver a ése yo que cree que es fea, entonces puedo internarme en la caverna de mi creencia y ver la Verdad que esconde.
Y la Veo.
Y cuando veo de dónde viene la creencia, veo precisamente éso, que es una creencia solamente. Veo en qué está basada y veo que no es real.
Las creencias no son conocimiento. Son creencias. Y hay que diferenciar éso.
En el conocimiento no hay duda posible. Es lo que Es.
La creencia es mi interpretación, llena de dudas, culpas y miedos, de lo que Es.
Ahora, lo más interesante de la percepción es que es un medio de comunicación conmigo misma. Como lo que estoy viendo es lo que mi mente elige percibir, a través de ésas percepciones puedo ver en 3D el estado de mi mente.
¿Cuánto, cuándo y a qué reacciono? ¿Me percibo? ¿Me creo víctima o victimaria?
No se trata de que si lo que veo por la ventana es un paisaje hermoso estoy muy bien… No no.
Se trata de que estoy en absoluta Paz con lo que sea que vea por la ventana, sea el mar, una montaña, o un cúmulo de basura y suciedad. Porque sé con certeza que lo que veo es Lo que Es y no me identifico con ello.
La percepción no tiene la capacidad de hacerme reaccionar. La reacción es siempre una elección basada en la necesidad de defenderme.
Y, bueh! Si necesito defenderme, pues si, soy la loca que anda detrás de las butacas del cine pensando que los nazis vienen detrás de ella.